Por Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale, www.liderazgo.com.py
Estábamos todos muy concentrados en nuestros proyectos y ambiciones, viviendo aceleradamente para no “perder” ni un minuto en el camino trazado.
Entonces llegó una pandemia que dio vuelta nuestros planes, nos sacó de nuestra zona de confort y nos obligó a detenernos casi por completo.
En estos últimos meses aprendimos muchas lecciones y una de estas tiene que ver con la necesidad que tenemos los seres humanos de bajar un cambio, de detenernos para darnos la oportunidad de reflexionar. Y tener una pausa nos lleva siempre a descubrir todo aquello que está pendiente, nos renueva y nos ayuda a pensar si estamos haciendo las cosas bien. Pero ¿qué difícil es parar, cierto? Porque el estar ocupado 24/7, en medio del ruido y la adrenalina, nos deja esa sensación de que estamos produciendo, de que estamos haciendo muchas cosas, cuando muchas veces solo estamos consumiendo energía en cosas poco significativas. Porque estar sin hacer nada nos asusta, por miedo a ese reencuentro con la realidad, con nuestros pensamientos, con nuestra propia verdad.
Una de mis frases favoritas es la que se popularizó con Nike: “Just do it” (¡Solo hazlo!), porque muchas veces damos vueltas para tomar acción y terminamos procrastinando. Estas pocas palabras encierran la importancia de hacer aquello que nos lleva a vivir una vida significativa.
No se trata de ser perfectos, se trata de ser efectivos e identificar aquello que merece nuestra atención. Se trata de crear una rutina saludable para no terminar culpando al tiempo de todo lo que dejamos de hacer. Con mis alumnos de coaching suelo trabajar “La rueda de la vida”, una técnica muy útil de autoanálisis de las distintas áreas que componen nuestra vida, y que ayuda a la toma de conciencia acerca de nuestro presente y los aspectos en los que debemos mejorar día a día para alcanzar una mayor satisfacción e ir a la cama seguros de que dimos lo mejor de nosotros.
Cuando reconocemos que nuestro tiempo es limitado, empezamos a ver nuestra propia vida como una película y durante ese recorrido, muchas veces surgen los arrepentimientos. Me gustaría compartir contigo las tres reflexiones más comunes que surgen cuando hacemos este ejercicio de mirar hacia atrás:
1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo y no la vida que otros esperaban de mí.
Dejamos de cumplir nuestros sueños por miedo a lo desconocido, por miedo a ser diferentes. La mayoría de las veces tratamos de encajar en la sociedad, buscamos ser aceptados y así terminamos perdiendo nuestra propia esencia, nuestra brújula. El nuevo beato Carlo Acutis dejó claro este primer punto con la frase que vimos circular en las redes: “Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”.
Entonces, te pregunto: ¿estás dejando huella? ¿sos original o sos trucho?
2. Ojalá no hubiera trabajado tanto.
¿En algún momento tus hijos te reclamaron tu ausencia? El tiempo no se puede recuperar. Dejamos de crear momentos a lado de las personas que nos importan de verdad porque el trabajo nos consume, esa es la excusa. ¿Dejaste de mirar, escuchar, salir y reírte con tu esposa porque tu trabajo estuvo primero?
¿Interrumpiste el juego con tus hijos para atender una llamada laboral? Muchas personas lamentan profundamente haber pasado gran parte de sus vidas en la rutina laboral. Entonces, te pregunto: ¿cuánto de tu tiempo le das a la familia?
3. Ojalá hubiera tenido el valor de expresar mis sentimientos.
¿Por qué no le dije que era importante para mí? El orgullo, el ‘estoy ocupado’, el ‘mañana llamo’ son algunas razones por las cuales no somos capaces de expresar en el momento lo que sentimos por el otro. Muchas son las excusas que nos pueden llevar a llegar tarde a ese encuentro: se fue sin mi abrazo, sin un ‘te quiero’, perdí la oportunidad…y eso duele.
Entonces, te pregunto: ¿qué no estás haciendo que te puede doler mañana?
No sabemos cómo continuará nuestra historia. Solo sabemos con certeza que la vida es valiosa a pesar de los días oscuros, a pesar del dolor y la impotencia. Aun en medio de estos momentos difíciles debemos ser capaces de observarnos, observar a nuestro alrededor, contar las bendiciones y agradecer. La gratitud trasciende.
Te invito a que no dejes las cosas para mañana, hacelas hoy. Porque hoy es lo único seguro. No vivas con remordimientos y tristezas. Que tus buenas decisiones y acciones marquen el ritmo de tu vida. Tratemos de sacarle el jugo al ahora y que valga la pena.