El shock económico global causado por el COVID-19 encontró al MERCOSUR en una frágil condición económica, tras varios años de bajo crecimiento, incluyendo algunos de recesión, según el informe lanzado por CEPAL.
En 2019 la mayoría de las economías del bloque se mantuvieron prácticamente estancadas: sin incluir a Venezuela, la tasa de crecimiento de la actividad económica en estos países fue prácticamente nula (-0,1%). Esta virtual detención de la actividad económica en el bloque se debió a un bajo ritmo de crecimiento de Brasil (1,1%), una caída, por segundo año consecutivo, de la Argentina (-2,1%) y tasas de crecimiento cercanas a 0% en los casos de Uruguay y Paraguay.
El bajo dinamismo económico, por un lado, y la caída de los precios internacionales de las materias primas, por otro, afectaron fuertemente los flujos de comercio exterior del MERCOSUR en 2019. El valor de las exportaciones del bloque cayó 8,2% ese año, y el de sus importaciones 10,1% (-3,7% y -8,1%, si se excluye a Venezuela).

La crisis económica derivada del Coronavirus podría profundizar algunas de estas tendencias en 2020. La disminución de la demanda global desde el comienzo de la pandemia, afectó sensiblemente a las exportaciones del bloque, a lo que se sumó luego la retracción económica en Europa y Estados Unidos, que junto a China son los principales destinos de sus exportaciones. La OMC espera una caída del volumen del comercio global de entre 13% y 32% en 2020, con descensos en los precios de varias materias primas que profundizarían la disminución del valor de las exportaciones de los países del bloque.
A su vez, la oferta disponible en la región se redujo por las medidas de aislamiento social que han dispuesto los países miembros del MERCOSUR (particularmente rígidas en Argentina y Paraguay) y la situación sanitaria, que afecta la actividad económica y el aparato productivo de estos países. Las dificultades en el transporte generadas por las medidas de aislamiento y el aumento de los controles son otro elemento que dificulta el curso habitual del comercio de mercancías en la región.
Esta situación se vio agravada en los primeros meses de 2020 por la fuerte bajada del Río Paraná, que alteró los flujos de transporte entre los países del bloque, y también las exportaciones de éstos al resto del mundo. La drástica reducción de la demanda de los hogares y las empresas causada por las medidas de distanciamiento o aislamiento social es otro elemento que impacta directa o indirectamente en el comercio exterior. En la región, esta situación se ve agravada por las características de los mercados laborales —altas tasas de informalidad y una elevada incidencia del trabajo por cuenta propia— que acentúan el impacto recesivo de las medidas de aislamiento social, al dejar a una parte importante de la población sin su principal fuente de ingresos.
La capacidad de los gobiernos de compensar las caídas en la demanda agregada será entonces un factor determinante tanto para la actividad interna como para el comercio exterior. Además del impacto en la economía real, la masiva salida de capitales desde los países en desarrollo generó en los meses de abril y mayo una importante inestabilidad en la balanza de pagos de los miembros del MERCOSUR que sigue latente y que ha dado lugar a depreciaciones significativas y pérdida de reservas internacionales.
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La escasez de divisas podría añadir otro elemento de inestabilidad económica que refuerce la retracción del comercio exterior de y entre estos países. En función de la última información disponible, en los meses de abril y mayo de 2020 el valor de los flujos comerciales en Brasil se redujo en un 11,9% interanual, en Argentina un 23,4%, en Paraguay un 42,1%4 y en Uruguay un 19,3%. Para todo el 2020 se espera que las exportaciones desciendan más del 25% medidas en dólares, con una caída mayor en aquellas destinadas a los Estados Unidos y América Latina y el Caribe.
Es de esperar que las importaciones del bloque, estrechamente asociadas al ritmo de actividad económica de los propios países, tengan una caída más pronunciada a la de sus ventas externas. En ese marco, los saldos comerciales de los países del MERCOSUR mejorarían en 2020, debido una caída mayor en sus importaciones que en sus exportaciones. Producto del ritmo débil de su actividad económica anterior al Covid-19, todos sus miembros ya habían registrado resultados superavitarios en 2019.
El impacto a mediano y largo plazo. La disrupción generada por el Covid-19 en el comercio internacional podría acelerar los cambios en la organización de la producción y marcar un quiebre aún más pronunciado respecto de la lógica precedente. Los cierres de fronteras y las perturbaciones en el sistema de transporte motivadas por la pandemia, así como la secuencia desincronizada de diseminación de la enfermedad entre regiones, ha puesto en jaque a las cadenas de suministro, dada la fuerte interdependencia entre establecimientos dispersos geográficamente. Las dificultades para el abastecimiento de insumos están llevando a algunas empresas a relocalizar su producción dentro de un mismo país o, dentro de una misma región, hacia los países relativamente menos afectados por el virus. Muchos países también han restringido sus exportaciones de determinados productos requeridos para hacer frente a la pandemia.
Los interrogantes para el comercio exterior más allá del2020. La crisis económica derivada del Covid-19 agravaría en 2020 las tendencias a la caída y creciente primarización de los flujos comerciales del MERCOSUR. Los efectos de este shock sobre la producción y el comercio exterior de las economías del MERCOSUR trascenderán más allá de la pandemia. Que el probable repliegue no se convierta en un resultado estructural, profundizando las tendencias de la última década, dependerá de si los países del bloque logran emular a sus pares desarrollados y aprovechar la oportunidad para intensificar su comercio entre sí y con el resto de la región, dejando atrás las diferencias en las estrategias de inserción externa que dificultaron la integración regional en el pasado.
La oportunidad de que esto ocurra dependerá del avance de la pandemia (duración e impacto), de su incidencia en las acciones estratégicas de los países centrales, de los esfuerzos que realicen los países del bloque para mantener sus interdependencias, así como también de las decisiones de producción de las firmas (especialmente las multinacionales) y de la capacidad de reacción de los gobiernos locales para amortiguar el choque externo y sus consecuencias.