Por Guido Brítez Balzarini
Socio Gerente de Sunergos
En un artículo anterior, con el mismo nombre, señalaba que se suele escuchar que en ambientes grupales no es recomendable hablar de política, deporte y religión por la posibilidad de generar enfrentamientos. Muchas personas creen en el mensaje, lo cual desnuda que nos vemos incapaces de poder debatir con respeto y madurez sobre puntos de vistas opuestos, sin embargo, no es útil evitar las conversaciones difíciles, sino más bien aprender a conversar con respeto y madurez aun aquellos temas vidriosos.
Mencionaba también que para hablar de temas difíciles es importante comprender que estar en desacuerdo no es una falta de respeto y que es necesario animarse a expresar la verdad propia sin menoscabar al otro. En este artículo adiciono otras tres sugerencias para tener en cuenta al tratar de hacer productivas las conversaciones difíciles:
No focalizar en “querer tener la razón”. Esta suele ser una de las barreras más importantes para aprender a conversar de manera sana y productiva. Querer tener la razón crea una especie de puja en la conversación, la descarrila, el contenido pasa a segundo plano y bloquea la conexión. La persona que piensa así, sutilmente entrega el mensaje que la contraparte está totalmente equivocada, lo cual además de irreal, estimula el desacuerdo y cierra las posibilidades de persuadir a la contraparte, cuyo diálogo interno se llena de rechazo a lo que escucha, y lo que menos hace es pensar en el planteamiento que recibe.
En un trabajo práctico que realizo como parte de un taller, se revela que en una muestra de aproximadamente 500 Supervisores y Gerentes, casi el 30% tiene deseos de tener la razón en sus conversaciones y reconocen que eso les acarrea muchos problemas con las personas que les rodea. No tratar de controlar lo que la otra persona dice y hace una conversación difícil puede ser más llevadera cuando mentalmente no se procura controlar lo que la contraparte dice o hace. No digo que la otra persona debe tener el derecho a ofender, humillar o maltratar, lo que estoy diciendo es que simplemente nadie tiene la facultad de controlar las expresiones, y menos aún la manera de pensar de otra persona, por lo tanto, no tiene sentido concentrarse en una tarea imposible. Sin embargo, muchos tratan de hacerlo y ese es uno de los motivos por el cual las conversaciones difíciles no fluyen y se estancan.
Cuando una persona mentalmente trata de controlar lo que la contraparte dice o hace, lo que consigue es alejarse de sus objetivos, gastar energía y concentrarse en algo que seguro no le llevará a buen puerto. Además, que alguien verbalice lo que piensa no significa que su planteamiento tiene más fuerza, ya que el interlocutor tiene todo el derecho de contrarrestarlo.
Diferenciar “opinión” de “hechos” Si hay algo que pone nerviosa a la contraparte es que se le presente opiniones como si fuesen hechos. Una opinión es una percepción, o lo que se concluye después de haber observado un hecho, mientras que el hecho es algo tangible que ha sucedido o se puede observar. Las opiniones siempre pueden ser conflictivas, sin embargo, los hechos no pueden ser discutidos. Con tal motivo, en las conversaciones difíciles es mas útil hablar de hechos que tienen todo el potencial de ser más persuasivos que las opiniones.
En resumen, al mantener una conversación difícil es útil no concentrarse en tratar de tener siempre la razón, ni mentalmente tratar de controlar lo que la otra persona dice o hace, y procurar en todo momento expresarse a través de hechos más que de opiniones.