Para los niños el no es el inicio de la negociación, para el adulto el no es el finLos niños sí que saben de negociaciones. Por ejemplo, a los dos años ya comienzan a negociar comer más vegetales en el almuerzo o la cena si eso significa helado como postre. A la edad de tres, han desarrollado un arsenal completo de tácticas de negociación que les permite asegurarse los mejores juguetes, el postre o dormirse más tarde.
1. Los niños hacen un montón de preguntas: El niño pregunta, el adulto presupone. Cuando un niño toma una llamada de teléfono no para hasta conseguir conocer el motivo de la llamada. Está claro que se conforma con cualquier respuesta que le parezca posible en ese instante pero, sin embargo, no para de preguntar. Asimismo, mientras el niño pregunta de forma constante sobre lo que desconoce, el adulto simula que conoce por miedo a parecer incompetente.
2. Saben lo que quieren y no dejan de pedirlo: Piden lo que quieren de forma constante. El niño sabe que cuanto más pide algo más probabilidades tendrá de obtener lo que desea; por esto, si quiere la videoconsola, ir al parque o comprar un helado no dejará de pedírtelo.
Sin embargo, los adultos no lo pedimos, sino que nos callamos. Parece que esperamos a que los demás sean capaces de leernos la mente y que, cuando aciertan y dan con la clave de lo que pasa por nuestra cabeza, incluso llegamos a negarlo rotundamente. Si no decimos a otro lo que queremos, difícilmente podrán darnos lo que deseamos. Los niños son asombrosamente hábiles con esto, pues no tienen reservas en exponer sus deseos a cualquiera.
3. No aceptan un no y no se conforman: Para los niños el no es el inicio de la negociación, para el adulto el no es el fin. Tanto de adulto como de niño, lo peor que te pueden decir es sí, el sí es el fin de la negociación. Un sí directo no nos aporta nada e incluso puede llegar a frustrarnos, la negociación es un divertido juego de intercambio.
Es posible que un niño, diariamente, reciba un no por respuesta cientos de veces, pero prácticamente nunca zanja el asunto tras la primera negativa. Los niños nos llevan al límite: empujan, empujan y empujan. ¿Por qué? Porque les funciona. Así, consiguen trozo a trozo la porción del pastel que les apetecía inicialmente y que tú te negaste a darles.
4. Son tremendamente persistentes: ¿Queda mucho para llegar? ¿Falta mucho? ¿Cuánto queda? Me aburro, ¿hemos llegado ya? Seguro que nos suena a todos. El niño insiste e insiste, el adulto no. Además contrariamente a lo que cabría esperar, saben que, si no consiguen algo, conseguirán lo que piden en otro momento u otra cosa que les sea igual o más gratificante.
Esto es totalmente habitual y, si la respuesta no lo deja conforme, entonces preguntarán el porqué sí o el porqué no hasta que obtengan la respuesta que le satisfaga.
5. Los niños no ceden, intercambian: El niño intercambia su buen comportamiento por lo que quiere, pero en raras ocasiones ceden o renuncian a lo que solicitaban. Ellos, en su negociación, hacen que los demás también ganen algo. Al fin y al cabo, de eso se trata negociar, de un juego de niños…Con lo cual aprendamos como niños.