Alfredo Pajés
Vicepresidente de Recursos Humanos y Relaciones Públicas de Citi Paraguay
Martes. La semana aún comienza. Agenda llena. Día álgido lleno de tareas, conferencias y entrevistas una tras otra. Desde que comenzó la cuarentena el ritmo laboral se ha intensificado. Mucho ruido y distracción por doquier. Homeschooling a full, conversaciones de pasillo, video conferencias, timbre que suena, tareas que hacer. La nueva realidad en su máxima expresión. Nada que no esté sucediendo en otros hogares similares al mío.
Sin embargo, algo llamó poderosamente mi atención, en medio de todo este ajetreo. Mi nena se pasaba recorriendo la casa con el celular en altavoz. No me había percatado de lo que sucedía hasta que vino a comentarnos lo feliz que estaba por formar parte del Cuadro de Honor de su curso y haber sido mencionada por la misma directora del cole en esa llamada. ¡Wow! La mismísima directora estaba mencionando uno a uno a todos aquellos alumnos y alumnas que habían logrado estar en tan preciado sitio en esta primera etapa del año como consecuencia de las excelentes notas.
Una etapa por cierto que ha sido significativamente desafiante para todo el colectivo educativo y para los padres. Mi nena seguía conectada atenta a la llamada y ya logró captar mi atención. A estas alturas yo ya atendía lo que ocurría con mucha curiosidad. La directora mencionaba a cada alumno por su nombre y apellido además de destacar sus puntos obtenidos y solicitaba a la vez que cada uno de ellos se mostrara en la pantalla porque quería verlos y escuchar de ellos algunas palabras al respecto de la mención. Conexión visual, participación, comunicación bidireccional.
Me pareció loable la actitud de la directora a quien admiro por llevar adelante tan titánica gestión en estos tiempos de Covid y a quien seguramente no le faltará trabajo que hacer para además tomarse el tiempo de hacer estas llamadas clase por clase, sección por sección para “reconocer” los pequeños logros de los chicos y de mantenerlos motivados y enganchados con este proceso de aprendizaje tan particular que todos están atravesando.
Pero la directora no se quedó en un simple reconocimiento a los más destacados. Ella fue un paso más allá. También destacó los logros de aquellos chicos que por algún u otro motivo no pudieron llegar a estar en el cuadro de honor, por faltarles algún que otro puntito. A ellos también los mencionó, les pidió exactamente lo mismo que hizo con los demás, los nombró, les pidió verlos y los alentó igualmente, incentivándolos a aprovechar esta segunda etapa del año para poder hacer esos pequeños ajustes en sus desempeños para lograr mejores calificaciones, un pequeño esfuerzo adicional para repuntar las notas y enfocarse en las materias que están siendo un poco más complicadas para ellos.
Un ejemplo de feedback constructivo, alentador, integral y realista. No descartó a nadie porque terminó dirigiéndose a todos. Su mensaje final me llamó aún más la atención. Y le robo algunas frases que me parecieron excelentes para ser aplicados en cualquier ámbito de la vida, tanto académica como organizacional y otros: “Empezamos juntos y tenemos que terminar juntos”. “Estamos todos en esto”. “Vamos para adelante”. Un mensaje inclusivo, inspirador y optimista. Una líder académica, con toda esa experiencia detrás de las espaldas, tomándose el tiempo y hablándole así a chicos de doce, trece años. Me encantó.
Los líderes deberíamos tomar este ejemplo como punto de partida para poder reorientar nuestras pequeñas acciones relacionadas a la gestión de nuestros colaboradores. Capaz que algunos ya lo estamos haciendo o capaz otros, inmersos en nuestro día a día, lo hemos dejado pasar. Reconocer aquellos pequeños esfuerzos que hacen los miembros de nuestros equipos de manera constante puede ser una buena inyección de energía positiva para sostenernos entre todos. Como dijo “la profe “, tenemos que empezar juntos y terminar juntos, cada desafío, cada proyecto, cada meta que nos tracemos. Destacar esos esfuerzos que nos permiten superar cada etapa del año y más todavía en este contexto de trabajo remoto.
En la intervención de la directora no hubo certificados de por medio, algo que en el mundo académico es sumamente apreciado para destacar los logros de los alumnos y que materializa la mención para que el chico se sienta orgulloso y motivado. Ella no utilizó más que la palabra como la herramienta principal para el reconocimiento. Utilizó la palabra y la fuerza que ésta tiene para transmitir y generar orgullo, para agradecer, felicitar, incentivar, energizar y muchas otras cosas más. Una estrategia sencilla pero tremendamente efectiva.
Los líderes no necesitamos dar demasiadas vueltas para generar el mismo efecto con nuestros colaboradores. Agradecer y crear una cultura de reconocimiento tiene que ser parte de nuestra esencia como gestores de talentos y la palabra, ser nuestra principal herramienta de ejecución y transformación. “Gracias”. “Lo lograste”. “Bien hecho”. “Aplaudo tu dedicación”. Más allá de lograr objetivos organizacionales que aseguren la sustentabilidad de la compañía también deberíamos estar conectados con el objetivo de transformar vidas para mejor. Una líder que conocí un par de años atrás y a quien admiro mucho dijo una vez: “si no somos capaces de transformar la vida de los demás, sencillamente somos irrelevantes”.
Si logramos convencernos del efecto que tienen estas pequeñas acciones en la gente, del poder transformador que tienen, de estos pequeños momentos en que los hacemos brillar ya sea por su gestión, por su esfuerzo, dedicación y empeño, con seguridad vamos estar creando equipos colectivamente mucho más eficientes, comprometidos con nosotros mismos y con la organización a la que pertenecemos y todos juntos seguiremos creciendo personal y profesionalmente. Y todo eso valiéndonos del extraordinario poder de la palabra.
Si empezamos juntos, debemos terminar juntos. ¡Vamos para adelante!