Karina Azar
Ejecutiva de la Dirección de Análisis y Evaluación Técnica del Sector Privado para el CAF
Es importante diseñar programas de educación financiera efectivos que tengan en cuenta las diferencias de género y que se centren en cambios de comportamiento
La crisis del COVID-19 ha generado disrupciones en las dinámicas económicas y sociales, exacerbando las brechas que ya existían desde mucho antes del brote de la pandemia.  También, impone un desafío en cuanto a la bancarización de mujeres durante y después de la pandemia, especialmente de ingresos bajos. Los riesgos para las mujeres microempresarias, segmento empresarial en donde tienen una mayor participación, así como del sector informal, son altos dado que han visto afectada la generación de ingresos por las medidas de confinamiento social.
En esta medida, las brechas en la inclusión financiera de las mujeres también están en riesgo de incrementarse como resultado de la crisis sanitaria. Para mitigar dicho riesgo, es importante poner en perspectiva la inclusión financiera como un concepto multidimensional y, de acuerdo a cada uno de sus componentes, reflexionar sobre cuáles son las oportunidades que surgen y pueden ser aprovechadas por parte de los gobiernos y las instituciones financieras para mejorar la inclusión financiera de las mujeres.
Como primer punto, es importante resaltar las cuatro dimensiones de la inclusión financiera: acceso, uso, calidad y su impacto sobre el bienestar o salud financiera.  El primero de ellos, acceso, se refiere al hecho de que todas las personas tengan acceso a una cuenta, bien sea transaccional, de ahorros, o una billetera electrónica. Según las cifras del Global Findex, el 57.4% de los hombres tiene una cuenta, en comparación con 51.4% de las mujeres: esto se traduce en que 304 millones de mujeres en América Latina no tienen una cuenta. Contar con acceso al sistema financiero es crucial, sobre todo en el contexto del COVID-19, en donde la mayoría de los gobiernos de la región están otorgando subsidios a la población y la mayoría de los receptores de estos programas de transferencias monetarias son mujeres. Si bien los gobiernos de la región han realizado avances importantes en materia de bancarización de los receptores de los programas de transferencias monetarias, la crisis actual demanda esfuerzos adicionales para llegar con subvenciones a millones de beneficiarios adicionales, muchos de los cuales son mujeres trabajadoras informales, mediante transferencias electrónicas que, a su vez, permiten minimizar el contacto presencial e intercambio de efectivo, que también reviste un riesgo de contagio. Otra oportunidad que se presenta es la generación o fortalecimiento de alianzas con Fintechs que tienen soluciones de pagos a través de billeteras electrónicas, para que puedan facilitar la ampliación del acceso a los productos y servicios financieros de las mujeres.
Desde la dimensión del uso, es importante diseñar programas de educación financiera efectivos que tengan en cuenta las diferencias de género y que se centren en cambios de comportamiento.  Las Encuestas de Medición de Capacidades Financiera de CAF, realizadas en siete países de la región, muestran que, en promedio, las mujeres tienen un perfil de comportamientos financieros diferente al de los hombres: tienen menos confianza en asuntos financieros y más aversión al riesgo; tienen diferentes estrategias para hacer frente a las situaciones extremas, por ejemplo, las mujeres tienden a recortar los gastos, mientras que los hombres prefieren encontrar maneras de ganar dinero extra; y son más propensas al ahorro por medio de mecanismos informales. Sin embargo, dentro de las mujeres también es importante resaltar la existencia de múltiples segmentos, y por ende los perfiles y las necesidades varían. Es necesario enfocar los programas de educación financiera a segmentos de mujeres, con el objeto de brindarles soluciones a sus necesidades en el corto y en el largo plazo.  Contar con programas de educación financiera que, por ejemplo, permitan a las mujeres beneficiarias de los subsidios o transferencias monetarias un adecuado uso de los recursos recibidos pensando en el bienestar financiero, pero también esos programas serán claves en las medidas post pandemia de recuperación económica de las MIPyMEs en donde las mujeres tienen una amplia participación dentro de las microempresas.
En cuanto al componente de calidad, se evidencia la necesidad de desarrollar productos financieros que tomen en cuenta características diferenciales de género y que puedan funcionar de vehículo para transmitir algunos de los conocimientos críticos para mejorar las decisiones financieras de las mujeres. Es decir, es importante aprovechar el contexto durante y post COVID-19 para dar acceso a diferentes productos financieros que tengan incorporadas características que puedan generar cambios en comportamiento. Por parte de las instituciones financieras, se sugiere migrar al aprovisionamiento de productos y servicios diseñados pensando en las mujeres.  En este sentido, la recopilación de datos del comportamiento de las mujeres dentro de la cartera de las entidades puede brindar información sobre sus conductas financieras y ayudar a pensar sobre nuevas líneas de negocio.  Temas como tasas de mora, repago, destinos de los créditos, segmentados por hombres y mujeres, pueden servir como línea de base sobre el impacto del COVID en las mujeres como clientes del sistema financiero. Para las mipymes de mujeres es importante el acompañamiento personalizado que las instituciones puedan darles, como por ejemplo, asesoría en materia de transformación digital con el fin de que sus modelos de negocio migren hacia estándares digitales y puedan seguir siendo rentables en un contexto post-COVID.
La perspectiva de salud financiera es también relevante en el contexto del COVID-19.  Es clave entenderla como un eje prioritario en temas de política pública mediante la realización de mediciones sistemáticas que permitan encaminar esfuerzos para lograr que las personas y empresas definan e implementen estrategias para mejroar su salud financiera, de manera que puedan ser más resilientes y menos vulnerables antes choques como el derivado por el COVID-19.  Es el caso de algunos países en África donde las instituciones financieras abrieron su abanico de servicios y comenzaron a incursionar en el nicho de micro-seguros en temas relacionados con la pandemia.  Lo anterior, dado que para las mujeres la planificación en temas de la salud es de vital importancia, e incluso es uno de los tres principales destinos de los créditos que solicitan a las instituciones financieras en América Latina.
Más allá de los análisis de las oportunidades que el COVID-19 puede tener en temas de inclusión financiera de las mujeres, es importante que los actores del ecosistema puedan responder oportunamente a los riesgos que la crisis sanitaria plantea para las mujeres.
CAF, banco de desarrollo de América Latina, apoya a la región de manera ágil y oportuna mediante una serie de instrumentos financieros y técnicos que complementan las medidas que están aplicando los gobiernos y cuenta con los recursos y la experiencia técnica para acompañarlos también en la urgente necesidad de elevar la inclusión financiera de las mujeres, como pilar de una estrategia amplia de recuperación y desarrollo.