Por Alfredo Pajés
Vicepresidente de Recursos Humanos y Relaciones Públicas de Citi Paraguay
Formo parte de un grupo de facilitadores dentro de mi organización que dictamos seminarios on-line para líderes de nuestra región sobre temas de liderazgo. Disfruto mucho de esta parte de mi trabajo porque me permite compartir nuevas metodologías de gestión de equipos, intercambiar experiencias con mis colegas de otros países, y debatir desde una perspectiva diversa lo cual nos ayuda a tener una visión más genérica de las cosas que nos pasan. En definitiva, es un proceso de aprendizaje bidireccional.
Con la pandemia hemos intensificado nuestras sesiones de aprendizaje en línea. Esta nueva realidad ha exigido un esfuerzo adicional por apoyar y contener a los managers y a sus equipos en este nuevo modelo de relacionamiento virtual. Una de esas sesiones estuvo programada para la semana pasada: “Liderazgo en tiempos difíciles”. Más de cien líderes se habían anotado para participar en línea en una sesión de sesenta minutos. Se habían conectado colegas de Argentina, Paraguay, Uruguay, Colombia, Costa Rica, Chile, México, Venezuela, entre otros. Pero mayoritariamente colegas mexicanos y de distintas ciudades del país.
Uno de los principales desafíos de este tipo de cursos en línea es mantener la atención, el interés de los participantes y lograr la participación activa en los ejercicios interactivos. Estábamos conversando sobre el papel del líder y cómo debíamos enfrentar situaciones complicadas con los equipos en una realidad virtual.
La sesión había iniciado a tiempo y ya llevábamos como veinte minutos de revisión de temas tan variados como resiliencia, motivación, contención, emociones, conocerse a sí mismo, entre otros. En resumen, un repaso general por conceptos que engloban la inteligencia emocional. Hasta ese momento todo iba conforme al cronograma pre establecido.
Continuábamos conversando sobre la importancia de mantener la calma ante situaciones de crisis, como abstraernos de la presión del momento para poder atender, entender y actuar en consecuencia, de tal forma que las decisiones que tomáramos en dichos momentos sean las más acertadas y criteriosas posibles. Interactuamos virtualmente en la plataforma disponible para la sesión de tal manera que la charla sea dinámica, entretenida y participativa. Íbamos bien hasta que uno de mis colegas interrumpe la charla con una frase que nos dejó literalmente helados:
--- Hay un temblor en Veracruz. ¡Terremoto!
Seguido a esta intervención vino una fracción de segundos en silencio total. Antes de que pudiera decir algo, otra colega se sumaba a la alerta.
--- Acá también. Está temblando. Efectivamente. ¡Es un terremoto!
Mi primera reacción fue asegurarles que los estábamos escuchando, de que mantuvieran la calma y siguieran todos los protocolos de seguridad para este tipo de situaciones. Y lo repetía una y otra vez de distintas formas. Que mantengan la calma, si estaban en las oficinas que se aseguren de orientar a sus equipos y si estaban en casa proteger a sus seres queridos. Incluso en un momento les sugerí desconectarse para luego recuperar la sesión en una siguiente oportunidad.
Durante esos minutos mis colegas mexicanos no cortaron la línea y nos iban poniendo al tanto en tiempo real de lo que estaba sucediendo. La sesión del entrenamiento se interrumpió para escucharlos, apoyarlos y para hacerles saber que estábamos ahí esperando que todo pase.
--- El temblor es fuerte.
--- Acá ya está pasando de a poco.
--- Acá está volviendo.
Los minutos seguían, tanto como ellos ahí, tanto como el temblor que no pasaba. La atención colectiva estaba puesta en la transmisión de mis colegas mexicanos. Nadie abandonó la línea, ni ellos ni el resto de nosotros. Yo seguía repitiendo una y otra vez las recomendaciones anteriores. Lo más importante era salvaguardar su seguridad y la de sus seres queridos y que seguíamos atentos a ellos. El curso y su cronograma ahora no eran la prioridad.
Finalmente, el temblor pasó. En unos diez minutos, que parecieron una eternidad, todo volvió a la normalidad y ellos continuaban en la línea al igual que los demás. Fue un susto y más nada. Nos pusimos todos de acuerdo para retomar la charla. No había reporte que lamentar. Más tarde me había enterado que el sismo fue de una magnitud de 7.5 y epicentro en Oaxaca con repercusión en CDMX y al menos se habían reportado una decena de muertos.
¿Perdimos diez minutos en la agenda del día? De ninguna manera. ¿Los colegas afectados por el temblor tenían que haberse desconectado? Probablemente, pero no lo hicieron. La cosa tenía que haber sucedido así. ¿Cuál es mi lectura? Invertimos apenas diez minutos de nuestra vida para ser testigos de una situación extrema, totalmente imprevista que puso literalmente a prueba nuestra capacidad de atención, de empatía, de comunicación, de control, de calma, de reacción y una lista más de habilidades que podemos agregar.
Mis colegas de México nos enseñaron en solo diez minutos parte de lo que íbamos a aprender entre todos en sesenta. Finalmente, la sesión terminó y cuando abrí la línea para que cualquier participante pueda preguntar o agregar algún análisis en la pantalla que se desplegaba en ese momento, Jesús, uno de los mexicanos escribió un mensaje:
--- ¡Muchas gracias por esta sesión y por mantenerse conectados a nosotros! ¡Nos sentimos acompañados!
Una experiencia inolvidable para mí y seguramente para mis demás colegas también.
A veces los líderes tenemos que pasar por situaciones imprevistas que nos ponen a prueba. Nos enfrentamos a pequeños terremotos que sacuden nuestra estabilidad, nuestro status quo, que nos hacen tambalear para poner a prueba esa capacidad que tenemos de afrontar los desafíos, de ser resilientes, de volver a nuestro estado original en poco tiempo a pesar de las circunstancias y con todas nuestras luces prendidas para tomar decisiones acertadas y actuar en consecuencia, en beneficio nuestro y en el de nuestros colaboradores.
Eso es lo que esperan nuestros equipos de nosotros. Que tomemos el timón con seguridad, con determinación, mantener la calma en tiempos difíciles, de atender, de escuchar, de decidir. Ser líderes es un desafío a nuestras propias capacidades y en este tipo de momentos es donde realmente ponemos a prueba de qué madera estamos hechos. Si no pasamos por situaciones críticas jamás podremos evolucionar a niveles más altos de liderazgo que nos desafíen y nos impulsen para bien. “Ningún marinero se hizo experto en un mar en calma”.