Ángelo Palacios
Antes de empezar, la regla natural y obvia –pero que no todos la usamos- es responder a la siguiente pregunta: ¿Puedo pagar o no puedo pagar? Suena una pregunta tonta, pero he visto centenares de casos donde sinceramente no se han hecho esta pregunta. Ocurre siempre con las tarjetas de crédito y en particular si las han recibido de “obsequio” con un límite de crédito que excede la real capacidad de uno.
Existe mucho autoengaño porque entran en juego las emociones. Siempre aclaro que estas columnas sobre recomendaciones de endeudamiento no aplican a temas de salud extrema donde ya existen otras cosas en juego. En estos casos normalmente todos los que tenemos todavía un poco de corazón procedemos a hipotecar la casa o prendar los autos para ayudar a alguien muy querido.
Habiendo hecho esta aclaración, abrimos el abanico para responder a la pregunta de si todas las deudas son malas. La respuesta es: No siempre son malas.
a) Tenemos el caso que para una empresa, una deuda puede ser muy buena si la obtiene en condiciones favorables y a una tasa de interés inferior a la que el giro de su negocio anual le genera, entonces gana un “margen” con dinero ajeno.
b) Tenemos a familias que desean su primera vivienda vía hipoteca, la cual –solo si es bien calculada- y en términos razonables es una de las formas que una pareja joven deje de pagar alquileres y utilice dicha cuota de alquiler para llegar a tener algo ya propio.
c) También tenemos casos de empresas que toman deuda para adquirir activos de capital para generar producción, siempre y cuando el estudio de factibilidad sea “de verdad” sobre un escenario de ventas y márgenes realistas.
d) Similarmente, para un Gobierno, una deuda puede ser buena si la misma es íntegramente destinada a aspectos que permitan aumentar la producción, tales como obras de infraestructura, rutas de comercio, educación y sanitación de la generación que va a pagar la deuda. Todo esto por supuesto sin márgenes de corrupción. Esto así podrá permitir un mayor crecimiento del PIB y por ende generar los impuestos para repagar la deuda.
Esto me recuerda a nuestro caso reciente en Paraguay donde se aprobó un endeudamiento importante para financiar la situación sanitaria; aquí hay un par de detalles a mencionar: Este caso es similar al de una familia que tiene un pariente muy enfermo y decide endeudarse para financiar su tratamiento y recuperación, para pagar luego, ya con la producción del paciente recuperado o pagar entre todos los hermanos y tíos. Tomar una deuda así no es normalmente lo recomendable, pero son situaciones extremas. A nosotros en Paraguay nos favoreció, hasta ahora, el hecho que el cálculo de Deuda Total / Capacidad Productiva aun es uno de los más bajos de la región, lo cual nos permitió tener tantos inversores dispuestos a prestarnos. Pero no nos engañemos, no entremos en la “trampa del dinero fácil vía préstamos”, en particular porque en el mundo hoy día hay mucho dinero ocioso. Puede ser un vicio y debemos volver lo más pronto posible a equilibrar nuestras cuentas fiscales (Impuestos – Gastos del Gobierno), sin mayor deuda. Este reciente préstamo de emergencia sanitaria fue algo extraordinario, y como se mencionó al principio se debe limitar porque “prestar” puede volverse algo “adictivo”.
En breves palabras finales, tiene sentido endeudarse para adquirir bienes o servicios que aumenten su valor con el paso del tiempo y por encima del costo financiero o que generen mayor capacidad productiva. El tema de deudas malas, ya todos sabemos: Prestar para consumir por encima de tus posibilidades está mal, y hacerlo a altas tasas de interés está aún peor, así de sencillo. Recordar finalmente una deuda mala como esta, te causa un placer efímero y luego te quita lo principal: La libertad. Que no nos pase eso nunca ni como individuos, ni como familia, ni como empresa y mucho menos como país, porque ahí ya caemos todos.