Alfredo Pajés
Vicepresidente de Recursos Humanos y Relaciones Públicas en Citi.
En artículos anteriores había compartido lo que a mi criterio debíamos hacer los líderes de equipos para cultivar el liderazgo emocional. Cuando miro eso en retrospectiva pareciera que estaba preparándome para lo que sería esta pandemia. Sí, este virus que vino a darnos una bofetada a todos, cambiando abruptamente nuestra manera de actuar, de vivir y hasta de sentir las cosas.
Nos estamos adaptando a nuevas formas de trabajo, de comunicación, de gestión, como así también estamos adaptándonos a nuestra propia frustración y de ansiedad. Porque los líderes también pasamos por lo mismo. Por eso considero que es sumamente importante el valor que le damos hoy a la palabra. A lo que decimos y a cómo lo decimos. Eso se ha convertido de la noche a la mañana en la herramienta más efectiva para sostener y contener a nuestros colaboradores.
Y podríamos seguir enviando correos electrónicos, implementando nuevas políticas y procedimientos, ingresando a los cientos de webinars que han aparecido últimamente, en los que todos nos brindan la fórmula mágica para navegar en este contexto y todo lo demás que se nos pueda ocurrir. Pero si no encontramos las palabras exactas para comunicar y la manera apropiada de hacerlo, nuestra iniciativa quedará limitada únicamente en la intención sin generar efecto positivo alguno. Qué más puede esperar un equipo hoy día en estas circunstancias que su líder pueda orientarlos en tiempos complejos.
Más que nunca debemos estar atentos a las señales, a lo que nos dicen y a cómo nos dicen, a lo que sienten y cómo les afecta, a lo que piensan, a todo, y desgranar la información para luego analizarla y actuar en consecuencia para el bienestar de todos. Nunca hemos dado un giro tan radical a nuestra gestión. Hoy, en vez de estar más concentrados en el QUE hacen estamos mirando más en el COMO están. Y a eso justamente me refiero con la pregunta moral, con volver a lo básico del relacionamiento interpersonal para construir a partir de ahí sólidos puentes de comunicación y de confianza. Ese puente que está construido con un poco de empatía, agradecimiento, aprecio y preocupación genuina.
La pregunta moral: ¿Cómo estás? Breve, simple, pero poderosa. ¿Cómo estás, cómo está tu familia? Preguntas tan sencillas, pero tan humanas que pueden generar actitudes exponencialmente positivas y generar la motivación necesaria para continuar avanzando. Siempre que la preguntemos con genuino interés. Y a partir de ahí podremos comenzar a preguntar otras cosas. La pregunta moral contiene, sostiene, impulsa.
Las reuniones virtuales, los correos electrónicos y los mensajes por WhatsApp deberían comenzar con esta pregunta hoy, mañana y siempre. En cuarentena o después de ella. ¿Por qué? Porque volver a lo básico nunca fue tan importante como hoy. Conectarnos con las cosas más simples, sencillas y sin mucho rodeo, son las cosas que hoy agregan más valor que nunca. Y eso no significa que no estemos orientados en lograr nuestros resultados o que vayamos a perder el foco de nuestras responsabilidades, o que nos volvamos más vulnerables como líderes. No, sencillamente significa agregar y reforzar un condimento más a la gestión de la relación. Porque lo único que no ha cambiado en toda esta historia es el valor que debemos dar a la gente. Podremos quedarnos sin conexión, sin internet, sin papel, etc. Pero si perdemos a la gente, perdemos todo.
La prioridad cambió, la gente primero. La salud y su bienestar primero. Sin gente sana no hay negocio que podamos sostener. Lo que era urgente ya no es tanto. Lo que es imprescindible se volvió prescindible. Hoy podemos hacer mucho con menos. Sin tantas pompas podemos hacer transacciones desde casa, cerrar acuerdos, conversar con el equipo, apoyar al cliente, diseñar planes de desarrollo, hasta ser voluntarios para alguna campaña altruista. Todo se puede hacer desde lo esencial, sencillo y básico. Pero al final lo que no cambió ha sido la gente, el equipo, el talento.
Por eso la invitación es para los líderes de equipos. Para que se den una mirada interna y vean qué tan básicos se han vuelto en estas circunstancias. Qué tan esenciales se han vuelto. Qué tantas preguntas básicas han hecho a sus equipos. Cuántos “cómo estás” “gracias” “cuídate” “cuenta conmigo” “lo aprecio” han dado en estos primeros cuarenta y tantos días de cuarentena.
Esa es una buena señal para conocer nuestro nivel básico de relacionamiento. Nuestro nivel básico de sencillez, de humildad, de humanidad, de solidaridad.
La gente sigue allí y seguirá allí. Que volvamos algún día a estar nuevamente juntos en los espacios corporativos de nuestras oficinas no debería hacernos olvidar de estos días en los que volvimos a lo básico, a lo esencial. Y cuando volvamos, ojalá volvamos diferentes. Tengamos en cuenta que lo que hoy puede impulsar el compromiso y el sentido de pertenencia, puede ser una sencilla pregunta moral.