Por: Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale
Cuando nos ponemos a analizar cuáles son las piezas claves en la conformación de los equipos y la consolidación de las relaciones, tres palabras se me vienen primero a la mente: autenticidad, confianza y respeto. Tuve recientemente una experiencia con un grupo de trabajo al cual estaba asesorando. Uno de sus líderes, un gran profesional y una persona íntegra, explotó ante la frustración que sentía porque sus colaboradores no estaban comprendiendo la estrategia que se propuso llevar a cabo ni el estilo de liderazgo que estaba practicando en el contexto de esa actividad. Se quebró, perdió por completo el control de sus emociones y terminó a los gritos, ofendiendo y lastimando a un equipo lleno de talentos valiosos. En ese momento, esta persona socavó la confianza de su equipo y su liderazgo indefectiblemente se debilitó.
Como líderes podemos enfrentar situaciones que no nos agradan, especialmente cuando se trata del incumplimiento de metas o cuando nuestras expectativas no son alcanzadas. Esas situaciones pueden afectar nuestras emociones llevándonos a reaccionar, a hacer comentarios inapropiados sobre el otro, a humillar o herir la autoestima y los sentimientos de los demás. Pero todo tiene un límite. Y lo importante ante cualquier situación es no cruzar la línea del respeto.
Todos podemos cometer errores. De los errores aprendemos, todo el tiempo. Pero para aprender debemos reconocer cuando nos equivocamos, cuando no actuamos correctamente y debemos también darle la oportunidad al otro de ver su error sin generar daños emocionales, haciéndolo con respeto porque todos los seres humanos tenemos que ser tratados de manera digna y valorados.
La grandeza de esta persona, que lideraba una organización muy importante en Paraguay, se materializó cuando juntó a su equipo y les pidió perdón por el arrebato que había tenido, por no haber sabido manejar la situación de una manera distinta. También les recalcó lo importante que eran para la empresa y volvió a insistir en su estrategia pero esta vez trató de ser más claro y conciso en sus explicaciones, y de generar una empatía en el grupo que facilite la comprensión y el trabajo en equipo. Fue auténtico y enseguida se notó que esa autenticidad generó confianza y respeto al interior del grupo. Demostró que no era perfecto, que podía equivocarse y pedir perdón por sus errores; fue capaz de hacerse vulnerable ante los ojos de los demás y esa actitud hizo que su liderazgo se afianzara.
Un gran mentor y amigo me enseñó no hace mucho a hacerme las siguientes preguntas que quiero compartir con ustedes: ¿te importa lo suficiente… para hacer algo? ¿Te importa lo suficiente la relación con tu equipo para hacer algo? ¿Te importa lo suficiente tu matrimonio para hacer algo? ¿Te importa lo suficiente la relación con tu hijo para hacer algo? ¿Te importa lo suficiente tu país para hacer algo?
Cuando la respuesta es sí empiezas a liderar, porque causa más acción es igual a liderazgo. Muchas veces, el miedo nos limita a hacer algo diferente, a ir donde nadie quiere ir, a experimentar nuevos territorios, a tomar acción, a hacer lo correcto. Tenemos miedo a fracasar, a que los demás conozcan nuestras debilidades, a mostrarnos auténticos, tenemos miedo de ser. Pero si queremos superar el miedos debemos ser capaces de vernos en los ojos del otro.
El cambio se da primero a nivel personal, empieza con uno y se expande hacia los demás. Un líder debe ser capaz de conocerse a sí mismo, de inspirar a otros con su ejemplo. De ver la causa y toma acción, pero antes que nada es ese ser humano que se conecta con otro ser humano a un nivel en el que juntos son capaces de marcar la diferencia.