Muchos de los coaches que han marcado mi carrera son personas famosas, admiradas y reconocidas. Firman autógrafos, son entrevistados y fotografiados, reciben halagos de sus seguidores. Pero hay algo que tienen muy claro y que se ocupan de trasmitir oportunamente a sus estudiantes: No confunden autoestima con ego.
Marshall Goldsmith es un profesional altamente respetado en Estados Unidos. Lo acompañan figuras como Alan Mulally, el ex CEO de Ford y uno de los nombres más importantes en la historia de la industria automotriz mundial, y Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial. Este hombre, que ha acumulado fortuna y poder, pero tiene costumbres sencillas y un carácter entrañable, siempre dedica un momento para hablar con sus discípulos sobre la importancia de ser humildes. Y tanto Mulally como Kim han hecho de la humildad un ejemplo de vida.
La confusión entre ego y autoestima es bastante común, pero la verdad es que son dos conceptos muy diferentes. A diferencia de la confianza, el ego opera por interés propio. Busca la aprobación, los elogios y la validación a toda costa, y es resistente a la retroalimentación. Cuando el ego toma el control, las malas actitudes afloran, el trabajo en equipo se diluye y los resultados son cada vez menos patentes. Como la línea entre la autoconfianza y el egoísmo puede llegar a ser fina, quiero dejarles algunos consejos sobre cómo mantener el ego bajo control:
Dejemos de pensar que todo el mundo gira a nuestro alrededor: A veces, la necesidad de ser valorados nos impide agregar valor a otros y contribuir con los objetivos de nuestra empresa u organización. Debemos mantenernos enfocados en nuestras metas a futuro para obtener mejores resultados.
Dejemos de estar a la defensiva: Estar a la defensiva nunca jugará a nuestro favor. En lugar de rechazar de manera casi sistemática las propuestas de quienes nos rodean, es bueno utilizar respuestas más neutras como “es interesante” o “podemos analizarlo desde otra perspectiva”. Una mentalidad más equilibrada y neutral nos llevará a tomar mejores decisiones, al tiempo de ponernos en una mejor posición para manejar nuestros próximos pasos.
Dejemos de juzgar las acciones de los otros: Es muy fácil sentarse a criticar la estrategia o el plan de otra persona y determinar las maneras en que podría fallar. En lugar de juzgar las acciones o decisiones de otros, podemos ofrecer nuestra experiencia para ayudar a mejorar o mitigar el riesgo de fracaso en lugar de empeorar las cosas. Cuando damos nuestro tiempo y talento procurando que un proyecto tenga éxito nos volvemos valiosos para nuestra organización.
Dejemos de culpar a otros: Si todo falla y las cosas no salen según lo planeado, no importa quién tenga la culpa. Señalar con el dedo es contraproducente. En vez de hacerlo, debemos aprender de la experiencia. Considerar honestamente lo que salió bien y qué esfuerzos tienen todavía margen para mejorar.
Los empresarios exitosos ponen todo su esfuerzo en la construcción y el crecimiento de sus nuevos emprendimientos, dejando a un lado su propio ego y priorizando el trabajo duro por encima de todo. Al final del día, la confianza nos guiará hacia adelante, pero el ego solo nos retendrá. Reconocer la diferencia y actuar en consecuencia es lo que separa al más brillante del resto.